domingo, junio 12, 2005

Rumbo a Brasilia - Jueves 9

A la mañana siguiente, bien temprano, una vuelta caminando de despedida. Calles iluminadas por el sol naciente y hasta tucanes desayunando en una palmera. Visita a una cascada y rumbo a Brasilia.
El camino de serranía suaves, muchos pozos que misteriosamente desaparecen al llegar a la gran capital. Se cruza primero ciudades satélites, una de ellas llamada la ciudad del automóvil que prácticamente es una gran playa de estacionamiento de autos en venta. El acceso bien señalizado y sin dificultad nos metimos en la gran avenida este-oeste que es la principal y donde están los principales edificios. Paramos en un gran parque de estacionamiento para preguntar sobre la Asociación de Albergues, que por suerte estaba cerca y para allá fuimos. Un lugar muy agradable, cercano al centro, en que por R$. 13,50 c/u disponíamos de desayuno y duchas, durmiendo en el auto. Así que nos instalamos, arreglamos un poco las cosas y nos fuimos con una carona al centro de Brasilia. Nos dejaron en un shopping, cerca de la terminal de ómnibus, almorzamos, quisimos ir a la catedral que quedaba “cerquita nomás” y aprendimos la regla número 1 de Brasilia: nos fuimos nuevamente al Albergue en un colectivo para buscar el auto, ya que Brasilia sin auto es un suicidio caminando.
Volvimos al centro, visitamos la iglesia Catedral que no nos convenció mucho y luego la torre de TV que nos dio una vista a 85 m de altura de la ciudad y nos permitió ubicarnos “geográficamente”. Recorrimos toda la gran avenida, hasta el palacio Legislativo (las dos cúpulas formando la balanza) y luego al puente Juvelino Kubitchev, que es uno de los que cruzan la gran laguna artificial que casi rodea Brasilia con intención de humidificar el clima seco del lugar. Es un puente colgante pero con tres arcos asimétricos, que lógicamente consideran “el más bonito del mundo” y como ya había anochecido recorriendo la otra costa, rumbeamos al Albergue haciendo una gran vuelta ya que de noche aparentemente cambian las calles de lugar y por suerte, luego de varios recorridos conseguimos pasar justo por frente al albergue. Alegría y alivio, entramos, disfrutamos de los sillones del living y a nuestro auto para un merecido descanso.
Desayuno en el albergue muy bueno y a las 10:00 estábamos visitando el Museo del Aborigen (!!!!!) y luego el Memorial de JK (!!!).
De allí a la Capilla de Don Bosco (!!!!!!!!!!!), la Iglesita (!) y el Templo de Buena Voluntad (!!!!!!!!). Describir la capilla de Don Bosco es imposible, es una vivencia espiritual vestida de azul. Ver fotos si se quiere tener una idea, no conozco las palabras necesarias.
Llegó la noche, nos fuimos al Edificio del Teatro, una pirámide truncada, y luego, al llamado de la música: una plaza donde desde un palco un conjunto tocaba y el pueblo (nos también), danzaban forró. Todo muy brasilero, alegre, descontraido y feliz. Luego al albergue, después de dar una última vuelta por Brasilia nocturna y sus edificios iluminados, súper felices con el día vivido.

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