Después de entrar en Internet en Calama, nos fuimos a caminar un rato por el centro y especialmente observar una famosa fuente que en un diario que leímos de Calama, era motivo de gran controversia por tener forma de pene y tenían razón, luego a una tienda enorme de Falabella, de allí a un Shopping donde comimos una pizza de champignon y salimos rumbo a Tocopilla, que es un puerto sobre el pacífico y por lo tanto esta al nivel del mar.
Rápidamente aprendimos que al desierto de Atacama no hay que cruzarlo al medio día y menos sin aire acondicionado. Pero necesitábamos seguir bajando por lo que seguimos confiados que el muro de montañas que teníamos permanentemente frente nuestro, eran un simple espejismo. La distancia total a recorrer eran de 170 Km. y faltando unos 10 Km. según nuestro odómetro, las montañas seguían allí y el camino comenzó a serpentear entre quebradas increíbles, con las vías del tren en parte a nuestro lado y luego, al comenzar a bajar fuertemente, las vías se fueron alejando hasta formar parte del paisaje de altura.
En las laderas de las montañas se observaban agujeros que luego nos explicaron que eran de buscadores de cobre “particulares”, que cavaban su propia mina y sacaban las piedras con cobre que luego vendían a alguna empresa.
Continuando con el camino sinuoso, de repente observamos en la bruna que se había formado enfrente nuestro, algunos barcos flotando en la nada y que no podía ser otra cosa que nuestro ansiado océano Pacífico.
Llegábamos a Tocopilla y en su ingreso, un santuario dedicado a San Lorenzo, lleno de colorido y que invitaba a agradecer el haber llegado hasta allí.
La ciudad nos agradó mucho, nos pareció muy parecida a Ushuaia: limpia, ordenada, la gente muy amable y el mar dominando el paisaje. Nos dedicamos a recorrerla con el auto, entrar en el puerto y hablar con los pescadores, recorrer su costanera, buscar caracoles y admirar unos moluscos llenos de colores, de unos 15 cm de diámetro, ver pelícanos volando bajo buscando peces y barcos anclados descansando el fin de semana.
A eso de las 18:00 regresamos al puerto para cenar en el restauran de allí, que ofrecía un menú fijo de sopa marinera y filete de pescado, muy bueno, con una hermosa vista al mar y a la puesta de sol.
Otra vuelta por la parte comercial y enfilamos a una estación de servicio ESSO, en pleno centro, que con la tradicional amabilidad que hemos encontrado siempre, nos indicaron un lugar apropiado para pasar la noche. Justo estaba frente a la iglesia y pronto comenzaba la misa, por lo que Cris aprovechó para participar de ella, mientras yo preparaba la cama y ordenaba la “casa”. Luego a dormir, felices por estar a nivel del mar y en un lugar tan pintoresco.
A la mañana siguiente, domingo, llevé el auto a la costanera y allí desayunamos con vista al mar.
Luego de otra vuelta por Tocopilla, comprar hielo para nuestra heladerita y visitar un mercado municipal, salimos con rumbo norte con destino a Iquique. Son 250 Km. por un excelente asfalto con el mar a la izquierda y la montaña a la derecha. De vez en cuando aprovechábamos una entrada para ir a la costa a buscar caracoles, caminar por las toscas y explorar los mil secretos que guarda el mar. Hasta intenté bañarme pero el agua era muy fría.
A la tardecita hicimos nuestra entrada en Iquique, una larga costanera donde están los edificios y casas más importantes. Seguimos hasta el centro donde encontramos una Internet y aquí estamos actualizando nuestro diario (o semanario?)
Rápidamente aprendimos que al desierto de Atacama no hay que cruzarlo al medio día y menos sin aire acondicionado. Pero necesitábamos seguir bajando por lo que seguimos confiados que el muro de montañas que teníamos permanentemente frente nuestro, eran un simple espejismo. La distancia total a recorrer eran de 170 Km. y faltando unos 10 Km. según nuestro odómetro, las montañas seguían allí y el camino comenzó a serpentear entre quebradas increíbles, con las vías del tren en parte a nuestro lado y luego, al comenzar a bajar fuertemente, las vías se fueron alejando hasta formar parte del paisaje de altura.
En las laderas de las montañas se observaban agujeros que luego nos explicaron que eran de buscadores de cobre “particulares”, que cavaban su propia mina y sacaban las piedras con cobre que luego vendían a alguna empresa.
Continuando con el camino sinuoso, de repente observamos en la bruna que se había formado enfrente nuestro, algunos barcos flotando en la nada y que no podía ser otra cosa que nuestro ansiado océano Pacífico.
Llegábamos a Tocopilla y en su ingreso, un santuario dedicado a San Lorenzo, lleno de colorido y que invitaba a agradecer el haber llegado hasta allí.
La ciudad nos agradó mucho, nos pareció muy parecida a Ushuaia: limpia, ordenada, la gente muy amable y el mar dominando el paisaje. Nos dedicamos a recorrerla con el auto, entrar en el puerto y hablar con los pescadores, recorrer su costanera, buscar caracoles y admirar unos moluscos llenos de colores, de unos 15 cm de diámetro, ver pelícanos volando bajo buscando peces y barcos anclados descansando el fin de semana.
A eso de las 18:00 regresamos al puerto para cenar en el restauran de allí, que ofrecía un menú fijo de sopa marinera y filete de pescado, muy bueno, con una hermosa vista al mar y a la puesta de sol.
Otra vuelta por la parte comercial y enfilamos a una estación de servicio ESSO, en pleno centro, que con la tradicional amabilidad que hemos encontrado siempre, nos indicaron un lugar apropiado para pasar la noche. Justo estaba frente a la iglesia y pronto comenzaba la misa, por lo que Cris aprovechó para participar de ella, mientras yo preparaba la cama y ordenaba la “casa”. Luego a dormir, felices por estar a nivel del mar y en un lugar tan pintoresco.
A la mañana siguiente, domingo, llevé el auto a la costanera y allí desayunamos con vista al mar.
Luego de otra vuelta por Tocopilla, comprar hielo para nuestra heladerita y visitar un mercado municipal, salimos con rumbo norte con destino a Iquique. Son 250 Km. por un excelente asfalto con el mar a la izquierda y la montaña a la derecha. De vez en cuando aprovechábamos una entrada para ir a la costa a buscar caracoles, caminar por las toscas y explorar los mil secretos que guarda el mar. Hasta intenté bañarme pero el agua era muy fría.
A la tardecita hicimos nuestra entrada en Iquique, una larga costanera donde están los edificios y casas más importantes. Seguimos hasta el centro donde encontramos una Internet y aquí estamos actualizando nuestro diario (o semanario?)