Como gran cierre del año, tuvimos la intención de cazar la confluencia S24 - W54 que según las fotos satelitales, se encuentra en el arroyo Yabotí, en plena selva del Moconá. El plan era llegar al arroyo y navegarlo con una canoa unos 5 kilómetros, hasta llegar al punto buscado. Los intrépidos: Mis hijos Roberto y Martín, y yo, todos a bordo de Pegaso.
Salimos de Oberá el sábado 30 a las 15 horas por la ruta 14, hasta Paraíso y luego unos 47 km de camino de tierra hasta llegar a una forestación en el margen derecho del camino. Encontramos una huella que entraba hacia la izquierda en el monte y allí nos metimos con Pegaso unos 300 metros hasta encontrar un vado impropio para la Trafic, por lo que allí la dejamos y continuamos nuestra marcha a pié. Hicimos unos 3 kilómetros más y llegamos ya de noche al final del camino en un lugar que pensábamos que estábamos cerca del arroyo pero la oscuridad, los yuyos y el temor a las víboras que abundan en la zona, hizo que emprendiéramos el regreso.
A la mañana siguiente, domingo 31, buscamos otra entrada más al sur y nuevamente nos metimos en otra picada con el auto y luego caminando, pero luego de unos 2 kilómetros también se acabó ese camino y estábamos muy lejos del arroyo. Retrocedimos y rumbeamos para nuestros hogares ya que al año 2007 queríamos recibirlo en familia.
No logramos la confluencia pero la experiencia fue extraordinaria. Una aventrura compartida con dos de mis cuatro hijos, estar en medio de la selva misionera, comer un asado iluminado por la luna en ese marco exuberante y regresar felices los tres por las horas compartidas. Pura vida !!!!!!
Salimos de Oberá el sábado 30 a las 15 horas por la ruta 14, hasta Paraíso y luego unos 47 km de camino de tierra hasta llegar a una forestación en el margen derecho del camino. Encontramos una huella que entraba hacia la izquierda en el monte y allí nos metimos con Pegaso unos 300 metros hasta encontrar un vado impropio para la Trafic, por lo que allí la dejamos y continuamos nuestra marcha a pié. Hicimos unos 3 kilómetros más y llegamos ya de noche al final del camino en un lugar que pensábamos que estábamos cerca del arroyo pero la oscuridad, los yuyos y el temor a las víboras que abundan en la zona, hizo que emprendiéramos el regreso.
Con la ayuda de la luna llegamos hasta Pegaso donde Roberto preparó un increíble asado, con un buen vino tinto, en el marco de la selva con su silencio interrumpido por algún pájaro nocturno, esperando la aparición de algún puma (casi imposible que se realizara, pero agregaba misterio).
A la mañana siguiente, domingo 31, buscamos otra entrada más al sur y nuevamente nos metimos en otra picada con el auto y luego caminando, pero luego de unos 2 kilómetros también se acabó ese camino y estábamos muy lejos del arroyo. Retrocedimos y rumbeamos para nuestros hogares ya que al año 2007 queríamos recibirlo en familia.
No logramos la confluencia pero la experiencia fue extraordinaria. Una aventrura compartida con dos de mis cuatro hijos, estar en medio de la selva misionera, comer un asado iluminado por la luna en ese marco exuberante y regresar felices los tres por las horas compartidas. Pura vida !!!!!!